PSICOANALISIS//BIBLIOTERAPIA/ URUGUAY/
Biblioterapia : propuesta de un encuadre.
Lic. Cristina Deberti Martins
Introducción. Objetivo: provocar la experiencia de leer.
La biblioterapia es una técnica derivada de la bibliotecología y la psicología conductual, que ha sufrido una serie de cambios a lo largo del siglo XX. Por ello nos agrada afirmar que hay varias biblioterapias. El objetivo de la técnica depende del contexto institucional en el cual se lleva a cabo y del tipo de usuarios a los cuales está dirigido. En el caso que nos ocupa, nuestra actividad se desarrolla en un Centro de Tratamiento y Rehabilitación para usuarios de sustancias psicoactivas, y la mayoría de los usuarios pertenecen a estratos socio culturales medio-bajos e incluso a veces, marginales. (Portal amarillo – Montevideo, Uruguay). Por lo tanto, nuestro objetivo en primera instancia consiste en habilitar un espacio para que se produzca la experiencia de la lectura. No olvidemos que para muchos de estos usuarios el libro no ha sido un objeto familiar ni de uso corriente en el hogar, sino por el contrario, generalmente su recuerdo o representación ha quedado circunscripto a la escuela y por lo tanto asociado al deber, o a algo aburrido y difícil de comprender. Partimos de la convicción de que la lectura, pone en marcha complejos mecanismos, cuyos efectos son, las más de las veces inciertos e imprevisibles, que enriquecen el psiquismo, prestando símbolos y representaciones, que de alguna manera “reparan” o enriquecen un tejido simbólico escaso o averiado. (texere: tejer. Texto: tejido). Aún así, el énfasis de la tarea no lo ponemos en el texto a leer, sino en la experiencia de lectura en sí misma. En provocar las condiciones necesarias para que la experiencia de la lectura sea posible. “La lectura no siempre llega a a ser una experiencia, a veces es una actividad más, una lección. Para que sea una experiencia hay que dejarse afectar, perturbar, trastornar…” (Larrosa, 1998). Se relaciona - creemos- con ofrecer y ofrecerse como algo novedoso, capaz de movilizar emociones y recuerdos a veces insospechados, en un clima de libertad que permita disfrutar y sentir –quizás por vez primera- el placer de la lectura compartida. Quizás se inaugure así, una nueva modalidad vincular, con un otro interesado y entusiasmado en trasmitir con afecto y respeto, su singular relación con la lectura. Juan (21 años), un integrante de unos de los grupos de biblioterapia que se había mostrado reticente al inicio de la tarea, en una evaluación realizada a dos meses de comenzada la misma declaró: “lo mejor de esto es que acá me siento libre, y lo que opino es respetado. Y si no opino también. Acá soy libre, y la lectura es un placer…. Te recostás, cerrás los ojos, y las palabras se te meten adentro…. “
El encuadre
Pensar en encuadre es pensar en José Bléger (1960) y en sus enseñanzas –creemos- aún vigentes. Afirma el autor mencionado que la situación analítica incluye una serie de fenómenos que son variables que observamos, analizamos e interpretamos en nuestra tarea clínica, y que constituyen el proceso. Pero para que el proceso tenga lugar, es necesario que haya un marco, un encuadre –un “ no proceso”- que lo contenga. Dentro de este perímetro que se mantiene constante incluímos tres elementos básicos: factores témporo-espaciales, un conjunto de reglas básicas de funcionamiento, y un terapeuta que sostiene un lugar simbólico desde donde dicta una ley que a su vez lo incluye. En la situación analítica clásica (pareja paciente-terapeuta) las coordenadas témporo espaciales consisten en llevar a cabo la tarea en un lugar específico para la actividad (consultorio), y en determinadas horas fijas previamente acordadas con el paciente. Horas que serán utilizadas por éste según su singular modalidad: llegando tarde, o temprano, o aún ausentándose. Esto es, cumpliendo con el encuadre o trasgrediéndolo. Las reglas básicas de funcionamiento, se relacionan con trasmitir las coordenadas elementales que hacen a la tarea, como enunciar en qué consiste el trabajo y qué está permitido y qué no. En la consulta individual, esto varía de acuerdo a la modalidad de cada terapeuta. Y por último, nos referimos a un terapeuta que, desde su actitud clínica, sostenga un lugar, una función que refiere a una ley, a una terceridad. Alguien que garantice ese lugar simbólico que protege a ambos miembros de la pareja analítica. Afirma Berenstein (1998) al respecto: “La tarea habrá de ceñirse a un principio que atañe al conjunto y no al deseo y la voluntad de uno solo, sobre el de los otros.” Decíamos supra, que el paciente hace un uso singular, cumpliendo o trasgrediendo el encuadre, pero al terapeuta le compete solamente cumplirlo, y brindar las garantías necesarias para respetarlo.
Todo esto es bastante claro y medianamente controlable cuando se trata del encuadre de trabajo en la consulta privada y con consultas individuales. Pero sabemos que los encuadres institucionales son mucho más complejos y difíciles de sostener y mantener en el tiempo. Bléger (1960) se dedicó a pensar el encuadre de la pareja analítica, cuando el mismo es mudo, es decir, cuando las variables se mantienen constantes, y cuando la ruptura del mismo es la excepción. Si bien sabemos que el quiebre de ese marco brinda una oportunidad inestimable de reflexionar sobre los afectos que se movilizan en cada uno; el autor se dedicó a estudiar el lenguaje mudo de la inmovilidad del encuadre y el significado de ese mutismo.
Pero qué sucede cuando la ruptura es la regla y no la excepción?. Cuando se torna dificultoso mantener constantes las variables básicas como el tiempo y el espacio?. La relación que se establece con una institución, - sea ésta un centro, un grupo de pares, el grupo familiar- ; tiende a darle forma al yo, a organizarlo, en la medida que dicho vínculo genera afectos en cada sujeto acordes a las vivencias de frustración y gratificación. Los amores y los odios, productos de infinitos entrecruzamientos entre pares, técnicos, y autoridades provocan comportamientos que deberán ser observados y analizados.
La biblioterapia se lleva a cabo en grupos que están enmarcados en instituciones que son generalmente centros de salud, y en éstas por la dinámica misma de la problemática, por las urgencias que se presentan, o simplemente por la complejidad inherente a toda institución, se hace difícil mantener ese marco que pretendemos firme y flexible a la vez. Suele suceder en algunas instituciones, que la variabilidad sea la constante. Y eso atenta contra los objetivos básicos de la tarea. Los que trabajamos con poblaciones de contextos sensibles, notamos que la mayoría de estos usuarios no han tenido vivencias del orden de la continuidad, sino que por el contrario, sus vidas han estado marcadas por constantes quiebres (mudanzas de barrio, cambios de escuela, separaciones de los seres más significativos). Al respecto, nos cuenta Pedro de 25 años: “ siempre estábamos de casa en casa, de pensión en pensión, nunca nada era nuestro. Y en cada mudanza, alguien quedaba por el camino. Mis dos hermanos fueron a prisión cuando yo tenía 9 años y mi padre se fue de casa por esa época y nunca más lo vi. Por eso venir acá todos los días y encontrarme con las mismas caras, las mismas tareas y las mismas cosas todos los días, me da seguridad. Que nada cambie…….. me da seguridad.”
El objetivo del encuadre en biblioterapia con este tipo de usuarios, implica poder ofrecer una vivencia de continuidad como algo novedoso. Cuando una persona, situación o tarea, permanecen en el tiempo en la forma adecuada, se tornan confiables. Y la confiabilidad es la base para crear un vínculo saludable. Un vínculo no-tóxico.
En las sesiones de Biblioterapia entonces – en lo que hace a los elementos materiales-, trataremos de trabajar en una sala que reúna las condiciones adecuadas y permanentes que requerimos. La sala debe estar en un lugar lo suficientemente alejado de actividades que impliquen ruidos provocados por otras actividades, que permita trabajar con privacidad y sin interrupciones de ningún tipo de tal manera de cuidar que no se rompa el clima necesario para llevar a cabo la tarea. Días y horarios fijos son elementos básicos para comenzar a trabajar. En cuanto al mobiliario, pensamos que debería ser variado para que cada participante tenga la posibilidad de elegir su manera más cómoda de leer y escuchar. Sillas, sillones, almohadones, mesas, pizarras, son algunos de los elementos que resultan útiles para la tarea. Al seleccionar el mobiliario se deberá tener presente el tipo de usuarios que participarán de la actividad. Algunos grupos se caracterizan por presentar dificultades para fijar la atención; en ese caso, evitaremos aquellos elementos que la obstaculicen aún más. Esto puede suceder cuando se trabaja con niños con problemas de conducta, o con pacientes de centros hospitalarios que estén en ese momento bajo los efectos de la medicación farmacológica, o sufriendo síntomas de un síndrome de abstinencia cuya ansiedad y movilidad permanente distorsiona la dinámica grupal. Con algunos grupos se trabaja mejor alrededor de una mesa, pero con otros, es mejor prescindir de ella y ubicar a los participantes sentados en círculo, a modo de ronda.
Los actores: nos referimos a los técnicos que trabajarán en el equipo interdisciplinario. A saber: en las sesiones participarán un psicólogo coordinador, y un animador de lectura . Pero el equipo estará integrado por técnicos que trabajan en la institución y que desde su especialidad puedan aportar elementos para enriquecer el espacio. El bibliotecólogo (que puede participar o no de las sesiones, según el criterio del equipo), será el encargado de relevar y seleccionar el material bibliográfico, en acuerdo con las necesidades e inquietudes trasmitidas por el psicólogo y el animador de lectura. Es importante que el bibliotecólogo tenga conocimiento del perfil de personalidad de los usuarios a los que está destinada la lectura; y por ello las reuniones de equipo frecuentes son imprescindibles.
Por qué es útil el encuadre en biblioterapia?
El encuadre, al permitir mantener fijas algunas variables (lugar, horario, actores, modalidad de la tarea, actitud clínica), favorece la vivencia de continuidad y estabilidad, lo cual es condición básica para crear un vínculo y habitar en él. Además de ser habilitador para el despliegue del discurso de los participantes. No podemos dejar de evocar aquí a Geneviève Patte (2004), bibliotecaria francesa que tras participar en un congreso mundial en Buenos Aires, contó algunos detalles de su experiencia, una vez obtenida su jubilación. Interrogada acerca del método que utilizaba para incentivar la lectura en barrios carenciados, respondió:
“Llego a una comunidad con una canasta donde hay entre 30 y 50 libros. Me siento en la vereda, y los niños empiezan a aparecer. No importa si son muchos o pocos; así sean dos es importante y valioso. A esa misma esquina vuelvo todos los días, a la misma hora, durante una semana por lo menos, y mientras, leemos juntos o conversamos. La actividad no se suspende por lluvia, si hay mal tiempo, entonces salgo puerta por puerta y me anuncio: “soy la biblioteca”.
Una persona (siempre la misma), que llega siempre con igual actitud: firme, generosa y entusiasta, a un mismo lugar, y a la misma hora a ofrecer (se) lectura. Eso es parte del encuadre que entendemos adecuado en biblioterapia. Y se puede y debe establecer cualesquiera sean las circunstancias. Aún en aquellas en las que parecería no haber ningún elemento disponible. La creatividad y la capacidad de inventiva del biblioterapeuta son fundamentales en estas situaciones, que suelen ser a veces las más enriquecedoras. Poco nos puede decir un texto, si quien trasmite, o brinda el mismo, no es capaz de una actitud de prodigalidad, de hospitalidad vincular. Esto se relaciona con la capacidad para sostener la estabilidad y la continuidad de la tarea. Los vínculos que se establecen en torno a la lectura son múltiples y variados: del lector con el escritor, con el objeto libro, con el biblioterapeuta, con cada uno de los miembros del grupo de pares, con el grupo como unidad, y con la institución en la que se lleva a cabo la tarea. En un grupo que se reúne una o dos veces a la semana en torno a una actividad de lectura y a un coordinador que mantiene una actitud determinada, emergen afectos de todo tipo entre los participantes, y también hacia el coordinador. Si bien estos afectos, no son “interpretados” como se haría en una psicoterapia de grupo, son tenidos en cuenta como valiosos elementos que aportan información sobre los sentimientos que circulan en el grupo en determinado momento y que serán verbalizados sólo en el caso de que obstaculicen la tarea. Un encuadre es útil siempre que se mantenga estable, y a la vez flexible para introducir cambios cuando sea necesario. Debe adaptarse a los objetivos que persigue. En algunos casos –como en éste que nos ocupa hoy- , el objetivo consistirá en provocar la experiencia de lectura por sí misma; en otros será la elaboración de vivencias psíquicas dolorosas (duelos, pérdidas), en otros: ampliar el horizonte de personas en situaciones, culturales desfavorables, y la mayoría de las veces, será todo eso junto y simultáneamente, aunque quizás no lo percibamos en el aquí y ahora.
La actitud del biblioterapeuta: El encuadre interno
Nos referimos con este vocablo a una serie de “normas” internalizadas por el biblioterapeuta, que se relacionan con una actitud que hace a una identidad profesional. Identidad que se ha ido construyendo a lo largo de los años de formación académica y de análisis personal. Los que trabajamos en psicoanálisis, y nos hemos formado psicoanalíticamente, sabemos que hay tres pilares básicos sobre los que se ha edificado nuestra identidad profesional: la formación académica, el psicoanálisis personal y la supervisión de casos clínicos. Así; Formación, Análisis y Supervisión son los tres vértices que coadyuvan a crear la identidad que contiene ese “encuadre interno” que mencionamos anteriormente. Y que se relaciona con un lugar simbólico desde donde se enuncia una ley que involucra a quien la legisla (Berenstein, 1998). Lugar desde donde se sostiene el encuadre, y que es sostenido en parte por la obediencia del biblioterapeuta, a ciertos principios. Se establecen así algunas prescripciones y también prohibiciones, que van a depender del contexto en el cual se aplique la técnica, y que cada biblioterapeuta, confeccionará con criterio flexible, de manera que pueda modificarlo cuando las condiciones lo requieran. Parte del encuadre interno, lo conforma la “obediencia” a algunos principios que mencionamos a continuación.:
La lectura es una experiencia subjetiva que tiene efectos singulares en cada sujeto. Puede llegar a ser transformadora de sujetos y situaciones. Acordamos con Manguel (1998), que la experiencia de leer tiene un alto grado de incertidumbre, en el sentido que no se pueden anticipar o planificar los resultados. No se pueden éstos controlar, aunque la mayoría de las veces se tenga la ilusión de que sus efectos son previsibles y controlables.
El biblioterapeuta no debe tener ninguna idea previa de lo que es una buena lectura, y mucho menos de lo que es una lectura correcta o verdadera (Larrosa, 1998). El biblioterapeuta no puede pretender saber lo que el texto dice y trasmitir a los participantes ese saber que ya tiene, porque en ese caso, el estar anticipando el resultado, las actividades de lectura de los alumnos, serían un experimento y no una experiencia, sería un simple medio para llegar a un saber previsto de antemano y construído según criterios de verdad, objetividad, etc .Esto no quiere decir que el biblioterapeuta no deba mostrar su experiencia de lectura. Debe hacerlo, pero mostrar su experiencia no es enseñar el modo como uno se apropia del texto, sino cómo se lo ha escuchado, de qué manera uno se ha abierto a lo que el texto tiene para decir. Es mostrar una inquietud.
El objetivo que persigue el biblioterapeuta es brindar lo necesario para que la experiencia de lectura sea posible. Ofrecer puentes simbólicos. Tomar palabras prestadas para compartirlas con otros.
Estamos de acuerdo con Larrosa, cuando afirma que lo importante no es lo que nosotros pensemos del texto, sino lo que desde el texto o contra el texto, podamos pensar de nosotros mismos. Si no es así, no hay lectura. La lectura ha de ser un punto de partida y no una meta. En síntesis: declararse ignorante y abordar la tarea con ingenuidad.
La actividad de biblioterapia es una herramienta que puede ser utilizada en los más diversos contextos socio culturales. Por esta razón, la técnica debe ser adaptada a cada situación particular. No hay una técnica única, sino tantas como contextos en el cual va a ser aplicada. En ese contexto tendremos en cuenta: 1) el tipo de usuarios participantes, 2) la institución en la que se lleva a cabo 3) las circunstancias sociales en las que se enmarca la actividad.
Pensemos a modo de ejemplo en la experiencia que se realizó en el Estado venezolano de Vargas en 1999, como consecuencia del desastre natural provocado por las inundaciones, cuya magnitud generó la declaración de estado de emergencia en todo el país. Allí y en esas circunstancias se formaron “cuadrillas” de técnicos que trabajaban con los niños víctimas de la situación, a los que, a través de la lectura de determinados libros, se los convocaba para poner en palabras algo de la conmovedora (por aterradora) experiencia que habían sufrido. El escenario era más o menos así: tiendas de campaña que albergaban a varios niños de todas las edades y diversos niveles de alfabetización, reunidos en torno a un biblioterapeuta que leía libros relativos a los temores generados por situaciones de desastre como el que les tocaba vivir a ellos. Evidentemente, allí la situación requiere de la actitud flexible de los técnicos para adecuarse a las condiciones materiales del entorno, y a la capacidad de “inventar”, crear, modalidades nuevas y eficaces para esa situación particular.
En esa situación de emergencia, la selección de libros ha debido hacerse de manera cuidadosa, tendiendo a utilizar textos que promovieran la elaboración de esa situación traumática. En otros casos, la selección de textos puede hacerse en base a pedido de los usuarios según gustos e intereses comunes al grupo, y en otros ofrecer algún texto al azar, y ver qué sucede con él.
El mismo criterio flexible debería utilizarse a la hora de conformar el grupo que va a formar parte de la actividad. El tipo de usuarios varía según la institución que lo contenga: asilo de ancianos, hospital psiquiátrico, clínica infantil, cárceles, escuelas, centros de rehabilitación de patologías específicas. La variedad es infinita. Nosotros consideramos que cuánto más heterogéneo sea el grupo, más enriquecedora es la experiencia. Por tanto, a la hora de seleccionar a los participantes, simplemente tendremos en cuenta el deseo de participar de la experiencia, más allá de las diferencias educativas, culturales, económicas, religiosas, y políticas. Solamente tendríamos sumo cuidado en no admitir a sujetos que estén cursando una crisis psíquica lo suficientemente grave como para que su presencia implique una distorsión en el grupo.
4. Principio de respeto por “Los derechos del lector”.
Daniel Pennac (Pennac, 1998) en su ensayo titulado “Como una novela”, ha redactado una decena de derechos que tienden a proteger a los lectores de las exigencias propias y ajenas que a veces los atormentan. Algunos de ellos son: El derecho a no leer, a picotear, a releer, a leer en cualquier parte, a leer en voz alta, a no terminar un libro, entre otros. Entendemos que Pennac se interesa por el vínculo que entabla un lector con un texto, un otro, un escritor. Vínculo que es personal, subjetivo, potencialmente revolucionario y único para cada ser humano. Dejarse interpelar por un texto, es un riesgo que se corre. Dejarse atropellar, penetrar, habitar por otro que evoca, produce, crea otros significados en el sujeto que lee. O debería.
BIBLIOGRAFIA CITADA
BERENSTEIN, I. ; PUGET, J. 1998. Lo vincular: clínica y técnica psicoanalítica. Buenos Aires : Paidós.
BLEGER, José. 1960. Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico. En Rev. Fepal, set. 2002.
DEBERTI, Cristina . 2007. La biblioterapia aplicada a pacientes con consumo problemático de sustancias. En www.itinerario.psico.edu.uy, año III, nº 7 (mayo 2007)
LARROSA, Jorge (1998). La experiencia de la lectura. Barcelona : Laertes.
MANGUEL (2001). En el bosque del espejo. Bogotá : Norma.
PATTE, G. (2004 ) . La mujer biblioteca (entrevista on line) Rev. Hablemos. En www.elsalvador.com 17 oct. 2004.
PENNAC, Daniel (1998) Los derechos imprescriptibles del lector. Buenos Aires : Quid.
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